| Rodríguez, M. F. (2010). Tío Conejo celebra. La picardía criolla se anuncia a 'viva voz'. [Entrevista a Axel Capriles, psicólogo venezolano. Entrevista realizada el 17 de junio de 2009]. Anuario Electrónico de Estudios en Comunicación Social "Disertaciones", 3 (1), Artículo 14. Disponible en la siguiente dirección electrónica: http://erevistas.saber.ula.ve/index.php/Disertaciones/ | ||
| Reseña 
 Después de un par de correos electrónicos y varios intentos  de llamada, de los cuales uno fue felizmente acertado, la entrevista a Axel  Capriles, psicólogo venezolano, fue concertada casi inesperadamente, a juzgar  por la brevedad de sus respuestas a los correos electrónicos.  En persona, Axel Capriles resulta mucho más simpático que en  el entorno virtual. Después de una breve introducción de mi parte sobre las  razones que me llevaban a entrevistarlo, que no son más que inherentes a mi  tema de Memoria de Grado, la amena conversación comenzó. “El pícaro va a ser una imagen que da cuenta o que expresa  una serie de comportamientos, de estado anímico, de emociones, o sea, una  complejidad psíquica. La imagen de un pícaro será la imagen de la expresión de  un arquetipo como una disposición humana que está en todos los seres humanos”.  Con tal definición, Axel Capriles se introducía en la entrevista, aclarando  además el objetivo fundamental de su más reciente obra, La picardía del  venezolano o el triunfo de Tío Conejo (2008). “La picardía es una discusión humana que tiene su expresión  en cuentos de hadas, en mitos, en literatura, en filmografía. Lo que me va a  interesar a mí en el libro – proseguía Capriles – es ver cómo esa disposición  se constituye como un dominante de la cultura, y de esa manera, como un  dominante de la cultura subjetiva, de la forma como nos vemos, de la forma como  apreciamos nuestro mundo, como interpretamos nuestra existencia, y de esa  manera ver qué hay en nuestro vivir que hace que ese arquetipo se vaya  reforzando y vaya teniendo expresividad y se afinque, se asiente en nuestra  contemporaneidad y sea el arquetipo a través del cual actuamos”. Término acuñado por Carl Jung, fundador de la escuela de  Psicología Analítica, el arquetipo constituye la tipología de imágenes arraigadas en el inconsciente colectivo de  la humanidad. Estas imágenes fueron llamadas por Jung imago, pues para él, las imágenes tienen vida propia y existencia  en nosotros, por eso la imago es una  imagen considerada en nosotros en su existencia autónoma1.  En otras definiciones breves del arquetipo, Charle Baudouin considera que los  arquetipos son constantes de la imaginación o las categorías del pensamiento  simbólico2.  Existen múltiples arquetipos, de los cuales cinco han sido los más  desarrollados: Ánima, Ánimus, Sombra, Persona y Sí-mismo. María Rodríguez: ¿Desde cuándo la picardía comienza a  ser identidad venezolana? Axel Capriles: Yo lo que trato de ver es cuáles son  las condiciones del vivir venezolano que han hecho que ese arquetipo sea  funcional, o sea, que ese arquetipo sirva para vivir mejor o para adaptarnos al  medio ambiente o qué condiciones han hecho que ese arquetipo se siga expresando  y no sea reprimido o controlado ni limitado y que tenga tanta expresión en  tantos aspectos del vivir, entonces yo creo que en ese sentido va teniendo  altos y bajos, o sea, hay momentos en que ese arquetipo deja de tener tanta  expresividad y hay momentos de nuestra historia donde se ha vuelto resaltante.  Por lo menos yo pienso que este momento es de rol primigenio para el pícaro,  donde el pícaro es la figura. Pero han habido momentos donde se ha apaciguado,  precisamente porque ha habido una serie de cambios institucionales, sociales y  políticos que hacen que ese patrón de conducta no encuentre un camino tan libre  para su expresión”. MR: ¿La picardía venezolana es causa o consecuencia  de los sistemas de gobierno? AC: El problema debe verse como una complejidad, como  una totalidad. Hay una serie de rasgos tan engranados en la forma de ser de la  gente, en los patrones de socialización o formas, que están tan consustanciadas  con nuestra manera de ser desde tan pequeños que es muy difícil que se dé el  cambio institucional. El arquetipo del pícaro es un patrón de conducta del ser  humano que en nuestra cultura se reactiva y se va reforzando y se constituye en  un dominante psicológico desde muy temprano. Es como la democracia, la gente  puso la fe en que el sistema democrático era el mejor sistema para los pueblos,  porque era un sistema que permitía una serie de controles, un balance de  poderes, que daba expresión a las mayorías, pero te encuentras también que la  democracia es un factor que inhibe el cambio y la transformación. En la  democracia quienes eligen son las mayorías, y las mayorías eligen a aquellas  personas que son como ellas. Los sistemas de votación tienden a elegir a  aquellas personas que son como la mayoría de la población, lo que produce que  esos rasgos se sigan repitiendo. Este proceso de proyección e identificación reflejado en los  últimos procesos de votación venezolanos, Capriles lo describe en su última  obra así: MR: ¿Cómo hace quien no quiere ser pícaro en una  sociedad como la nuestra? AC: Se convierte en un paria social, porque si no  puedes conseguir tu pasaporte por los canales regulares, por ejemplo, terminas  siendo un fracasado en tu sociedad. La picardía es el arquetipo que está  constelizado, héroe y pícaro son los arquetipos que están constelizados cuando  llega el conquistador a América, esas situaciones límite de frontera, como  realmente fue la conquista de América, activan el arquetipo del pícaro, porque  el arquetipo del pícaro es precisamente un Dios de frontera, Hermes, Eshu,  Elegba, son dioses de frontera, de camino, son mensajeros, son viajeros a  sitios desconocidos, son precisamente aquellas potencialidades internas que tú  invocas cuando no tienes patrones que te orienten, cuando no tienes direcciones  claras, cuando no tienes una señalización clara. AC: Todo el hecho del descubrimiento y la conquista  de América es un sitio propicio para la epifanía de un Dios trickster,  para la aparición de estas deidades, además psicológicamente, por lo que  analizo en el libro, se abría toda la constelación en la España de la época, es  donde está fijado este arquetipo y lo vemos en este gran movimiento literario  como lo fue la picaresca española y como fue su sustitución con la literatura  de caballería, y por demás pues en los africanos. Entonces yo creo que esta  activación está allí, y esa activación a lo largo de nuestra historia, va  creando una situación donde precisamente no se van creando los otros aspectos  que podrían balancear al pícaro, por ejemplo la Guerra de Independencia. AC: Con la Guerra de Independencia es donde yo voy  ligando héroe y pícaro, pues fue una guerra heroica principalmente y que se  constituyó como un mito central para la constitución de la venezolanidad, una  venezolanidad que no existía, porque la Capitanía General de Venezuela se forma  a finales del siglo XVIII. Entonces, ¿qué era el venezolano? Hasta bien  comenzado el siglo XIX, una gente del Oriente no tenía ninguna vinculación con  la gente de Caracas, y la gente de Los Andes estaba mucho más cercana de lo que  hoy es Colombia que de Caracas, es decir, no había ese concepto de Venezuela.  El mito del héroe y de la gesta heroica va a ser el que va un poco a hilar  nuestro concepto de lo nacional. AC: Cuando viene  la Guerra de Independencia – continúa luego de la necesaria explicación de los  orígenes de la venezolanidad – corta de una manera brutal nuestra historia,  porque hace una ruptura y cuenta nueva, entre lo que era el venezolano y lo que  comienza a ser el venezolano de la República, y sobretodo rompe artificialmente  con toda la institucionalidad y con todas las posibles identidades y  complejidades históricas que podían tener las familias y las personas, porque  el decreto de ‘guerra a muerte’ es precisamente ese símbolo de ruptura  absoluta. Entonces, el hombre venezolano que surge desde de la Independencia es  un individuo donde está, pues, en una selva absoluta donde no hay nada que lo  proteja, que lo oriente, está totalmente destruido, sin instituciones, sin  valores, donde el único que sirve es el valor militar de la fuerza bruta y los  que estaban en la gesta independentista, es lo único que vale, entonces es un  país totalmente arbitrario. Este clima de arbitrariedad que bordeó a Venezuela en el  siglo XIX, es visto por el psicoanalista argentino, Fernando Yurman, a través  del retrato familiar de la época. AC: …Entonces empieza a haber todo un clima de  arbitrariedad, de ruptura institucional, de personalismo político, de poder,  que inmediatamente invoca pues, al pícaro y ahí es donde yo hago el vínculo con  Tío Conejo. Por ende yo creo que ésta es la fábula y esa es la moral de la  fábula, porque fíjate tú, Venezuela en este momento, y con mucha dificultad va  a ir cambiando, es una selva donde quien manda es el tigre, que es quien tiene  el poder, es el fuerte. ¿Qué le queda al pequeño conejito, chiquitito, para  enfrentarse a la garra inmensa de la pata? ¿Qué le queda al conejo que es el  pueblo, el pequeño ciudadano, el hombre y la mujer venezolana?, lo único que le  queda es la capacidad de engaño, su astucia, su viveza, su simpatía, su humor. MR: ¿Existen tipologías de picardía por regiones en  el país?, no sé si has tenido la oportunidad de hacer tu estudio fuera de  Caracas, pero el andino, el oriental, el del centro, ¿es más pícaro, menos  pícaro?, ¿tiene otro tipo de picardía? Quizás aquí en Caracas la picardía es  más necesaria que en el resto del país, porque aquí se ve un poco más ese  quiebre institucional, porque están acá todas las instituciones que deberían  funcionar, entonces, ¿hay una tipología del pícaro para cada venezolano? AC: Mira yo no lo he hecho pero quizás ese es el  trabajo de ustedes, pero yo diría que sí. Primero, lo que nosotros entendemos  como la viveza criolla, que es un poco diferente al pícaro español, el vivo  criollo está mucho más referido al venezolano del Centro, o sea, es como una  mezcla del llanero con el caribeño, ese llanero con la región  centro-norte-costera, donde hay la influencia negra y donde está ese vínculo  con El Caribe, es lo que nosotros vamos a ver como el típico pícaro y que es  una figura muy común y muy querida en todo El Caribe, en República Dominicana,  en Cuba, en Trinidad, en todo lo que es El Caribe. Pareciera que hay un  elemento de ese caribeño que tiene que ver con este tipo de viveza al que nos  estamos refiriendo, fíjate que hay una frase que escuchaba uno cuando era  chiquitito, ‘¡No te dejes caribeá!’ o  ‘¡Ese tipo te va a caribeá!’, que era  decir, ‘ese tipo te va a engañar’, te va a poner una trampa, entonces uno decía  ‘¡Ese es un Caribe, ese es un Caribe!’. En este punto de la picardía criolla y su celebración a viva  voz, vale explicar por qué en el Táchira, y quizás en todos los estados  andinos, este arquetipo es más mesurado, por lo menos en su celebración.  Domingo Alberto Rangel, novelista, periodista y doctor en Ciencias Políticas,  cuenta al inicio de su obra Los andinos  en el poder (1980), cómo el Táchira, por su ubicación geográfica, estuvo  alejado de la arbitrariedad y opresión que reinó en Venezuela desde la Colonia  y hasta los caudillos que después de la Independencia, terminaron por actuar  igual o peor que los conquistadores españoles. Según Rangel, “el Táchira fue,  durante la Colonia, una simple posada”5,  lo que le permitió ser ajeno al Estado opresivo del Centro, Oriente y Llano del  país. “El Táchira tiene, en esos decenios, una organización social de  inconmovible solidez jerárquica”6. AC: …Es algo  vinculado -continúa Axel Capriles-.  La  picardía del indio amazónico, por ejemplo, es diferente, porque es en el Centro  donde hay mucho más esa característica que yo llamó tanto ahí (en el libro) que  es ‘la celebración de la picardía’, que es lo que más nos caracteriza, no es  solamente ser pícaro, sino es celebrarlo, anunciarlo a viva voz y decirle a  todo el mundo lo vivo que tú eres. La diferencia no es que tú hayas pagado para  conseguir el pasaporte, sino que tú llegas ante un grupo de gente y lo cuentas  como gran habilidad tuya, ese ‘cantarlo’ es muy peculiar, eso es tal vez lo muy  venezolano del asunto, ahora ese rasgo fundamental de esta picardía tiene que  ver mucho con esta figura llanera, centro-costera, caribeña. Porque la picardía  del indio en el Amazonas, es diferente, él hace la picardía pero calladito, no  la celebra, no la dice, sin embargo lo hace y lo está utilizando como forma de  acción. MR: Entonces, ¿es posible llegar a erradicar este  arquetipo o siempre va a estar allí?, independientemente de que funcionen las  instituciones o no, en el caso venezolano. AC: Yo no diría erradicarlo en el sentido de que hoy  por hoy lo siento como algo de nuestra forma de ser, y algo que nos da un eco  afectivo importante de empatía, por ejemplo la picardía de la mujer venezolana.  Ella tiene un doble sentido, una risa, un caminar, una picardía que no la tiene  la alemana, yo no me enamoro de la alemana, o sea hay algo allí que está dentro  de la misma sensualidad de la relación entre los sexos que viene a través de  esa picardía y que uno aprecia, entonces erradicarla sería como extirpar el  alma. AC: Esa  capacidad, por ejemplo, de ingeniarse rápidamente frente a una cosa, de sacarle  punta, de sacarle otro sentido, esa capacidad de encontrar caminos alternativos  al pautado por la norma, es un aspecto simpático del pícaro venezolano. Yo creo  que hay una serie de elementos muy interesantes en la picardía, creo además,  que el arquetipo del pícaro, como trickster,  como arquetipal, tiene una conexión interesante con lo que es la creatividad,  el aspecto del ingenio que aparece cuando tú no eres rígido, precisamente te  permite andar en las fronteras. Por eso yo hablaría más de matizar el  arquetipo, sobretodo matizarlo en cuanto a su aparición en la conducta  ciudadana, a través de una mayor conciencia de los derechos del otro, de la  comunidad, del trabajo en equipo, de lo que significa pues la composición  social, y en ese sentido sería matizar las partes de la picardía que llevan al  ‘individualismo anárquico’. AC: Una de las formas obvias con que nosotros podemos  ‘despotenciar’ el arquetipo del pícaro es con cultura. Yo creo que precisamente  la creación de cultura, las formas culturales, te van conteniendo esos patrones  conceptuales y te van dando límites, te imponen límites. Los aspectos negativos  del pícaro se pueden matizar estimulando todo lo que inhibe, en primer lugar  creando la confianza, es fundamental, porque el pícaro precisamente si sabe que  el otro lo puede engañar, lo incita inmediatamente a la desconfianza, si en ti  está activado ese patrón mental de desconfianza, de engaño, obviamente no vas a  sentirte contento. MR: ¿Estimular o imponer? ¿Cómo diferenciar el  estímulo de la imposición? AC: La confianza no se puede imponer. Parte de la  esencia del arquetipo del pícaro es el rechazo a la norma, a las leyes, es un  rechazo visceral a la norma, o sea, por no seguir normas yo me siento bien,  parte de mi estima está en mi capacidad de no tener que seguir normas  generales, poder ser la excepción. Imponer el respeto a la norma bajo un  sistema que funcione objetivamente ya implica unos límites al arquetipo porque  precisamente el pícaro lo que trata es de saltar la norma todo el tiempo, de  escabullirse por la norma, si tú no lo dejas escabullirse entonces le estás  poniendo límites, pero hacerlo consistentemente, entonces el primer paso, y ahí  vamos en vía contraria, es la institucionalización del país, o sea, gobiernos  de leyes y no de personas. Yo creo que lo único que puede funcionar aquí es el  colapso de los mitos que estamos viviendo. AC: Este trabajo  que viene desde abajo – explica entusiasta – este surgir de las redes sociales  desde la base, es la forma en que se va a reconstruir. Claro, ahí pasa por un  colapso del Estado que creo que estamos llegando, pasa por una serie de  situaciones, ahora, tiene que haber un papel político, yo creo que la situación  política actual lo que está es ahondando esos rasgos dominantes de la cultura  tradicional venezolana. MR: Hablamos ya de la picardía social, pero en casa,  en familia ¿también se es pícaro? ¿Hasta qué punto la picardía atañe en el  núcleo familiar? AC: Ahí viene otro problema, por eso te digo que es  por todos lados, es una cosa muy compleja y por eso es un fenómeno tan difícil  de asir y de penetrar. Si nos vamos a un análisis clásicamente psicoanalítico,  tú ves que en la familia venezolana hay un sesgo en ese sentido, porque si ves  la visión tradicional, a través de la madre adquieres lo que es la pertenencia,  la afectividad, lo que es abrazar la tierra, mientras que a través del padre,  en la visión clásica psicoanalítica, es que se logra la internalización de la  norma y la construcción del superego; el superego  precisamente como aquel conjunto de patrones  de deberes y derechos internalizados en las personas y que nos ponen una serie  de límites al mundo instintivo que surge del ego, del ello. Volviendo al trabajo ya citado de Fernando Yurman,  encontramos allí una explicación de la carencia paternal venezolana que  refuerza lo planteado por Capriles. El desenlace de la modernidad, en sus debatidas secuelas, ha  señalado en los países metropolitanos una decadencia de la función paterna. En  gran parte porque la sociedad, en su desarrollo, horizontalizó el ejercicio  vertical de la simbolización. Entre pediatras, maestros, psicólogos, expertos,  magistrados y difusores, se dispersó paulatinamente la grave función del padre.7  AC: Nosotros en  Venezuela tenemos una carencia paternal fundamental, Venezuela es una sociedad  ‘matricentrada’ con ausencia de padre, y con esta ausencia de padre hay una  ausencia de la internalización de la norma, y yo creo que parte de nuestra  desavenencia con la norma viene desde allí, y en esa situación está la mayoría  de los venezolanos, que vive con una mujer que hace de madre y no de padre  porque inmediatamente delega la paternidad en el mismo hijo y ahí viene un poco  lo que es el machismo venezolano, que es un machismo que lo porta la misma  mujer, que lo inculca la mujer en el hombre. Esa carencia paterna está muy vinculada  al rechazo visceral a la norma, simplemente porque las normas no forman parte  de tu mundo, nunca lo internalizaste, entonces es algo ajeno a ti, algo que  rechazas y por ende evades y buscas siempre lo individual, no lo colectivo. La entrevista finaliza así, con un agrado de mi parte y un apretón de manos que indica lo propio para Axel, al menos una entrevista que disfrutó otorgar. La promesa de un nuevo contacto queda expuesta, así como la esperanza, de mi parte, de poder extender la investigación de este psicólogo al lograr, con mi Memoria de Grado, establecer la tipología del pícaro criollo en Los Andes venezolanos a través de la presentación de éste en las relaciones interpersonales. 
 NOTAS 1 Baudouin, CH. La obra de Jung y la psicología de los complejos (1967). Gredos. Madrid. P. 163 y 164. 2 Ibid., p. 171. 3 Capriles, A. La picardía del venezolano o el triunfo de Tío Conejo (2008). Santillana. Caracas. P. 38. 4 Yurman, F. La identidad suspendida (2008). Alfa. Caracas. P. 27. 5 Rangel, D. Los andinos en el poder. Balance de la historia contemporánea, 1899-1945 (1980). Vadell Hermanos Editores. Valencia. P. 3. 6 Ibid, p. 18. 7 Yurman, F. La identidad suspendida (2008). Alfa. Caracas. P. 62. 8 Ibid., p. 84. | 
 
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